El temor y el pánico se adueñaron de los vecinos de la zona. Puede que existiese también su punto de guasa y hasta de aburrimiento pero el caso es que no se hablaba de otra cosa; un terrible fantasma recorría Triana.Un miedo insuperable y desconocido comenzó a transitar por la collación, transmitiéndose de boca en boca por los alrededores de la Real Parroquia.
Unos decían que era un espíritu de luz cuyo cuerpo fue tiroteado en la guerra, otros que era un casero difunto que tenía algunos recibos pendientes de cobro, y otros muchos aseguraban que era el alma errante de un ditero que visitaba a sus antepasados en el patio de Monipodio.
En cualquier caso, nadie osaba salir de su casa, ni siquiera mirar por la ventana pasadas las doce de la noche. Los chiquillos aumentaban el pavor contándose historias trágicas y sangrientas en los corrales y en los patios de las casas de vecinos. Los trasnochadores, a la vuelta del sarao, se asustaban del ruido de sus propias pisadas y salían corriendo –pies para que os quiero- dándose patadas en el culo del mismo miedo.
El asunto llegó incluso a oído de las autoridades, que como suele ser habitual, se tomaron su tiempo pensando como atajar el problema.
Y fue que una noche como otras tantas el fantasma apareció de nuevo, con una sábana hasta los pies, una olla en la cabeza y sobre ésta una vela encendida…
No fue buena aquella noche para el fantasma, tan acostumbrado como estaba a pasar unas horas en coyunda horizontal tan placenteramente con aquella mujer casada.
Esa maldita madrugada un chivatazo le jugó una mala pasada. Esperándole tras la esquina de la calle le esperaba un marido engañado con un palo en las manos que asaltándole a traición le dispensó trancazos a mansalva.
Aquella noche ingresó malherido un hombre en la casa socorro del Prado. Según indicó se había caído por la muralla de la calle Betis dando con sus huesos en la zapata. Politraumatismo craneoencefálico y múltiples contusiones dejó escrito en su informe el médico de guardia.Nunca más se supo del fantasma, ni del cornudo, ni de su mujer, ni de la sábana, ni de la olla, ni de la vela, ni siquiera del garrote.
Violencia de número le llamaríamos hoy en día.
No fue buena aquella noche para el fantasma, tan acostumbrado como estaba a pasar unas horas en coyunda horizontal tan placenteramente con aquella mujer casada.
Esa maldita madrugada un chivatazo le jugó una mala pasada. Esperándole tras la esquina de la calle le esperaba un marido engañado con un palo en las manos que asaltándole a traición le dispensó trancazos a mansalva.
Aquella noche ingresó malherido un hombre en la casa socorro del Prado. Según indicó se había caído por la muralla de la calle Betis dando con sus huesos en la zapata. Politraumatismo craneoencefálico y múltiples contusiones dejó escrito en su informe el médico de guardia.Nunca más se supo del fantasma, ni del cornudo, ni de su mujer, ni de la sábana, ni de la olla, ni de la vela, ni siquiera del garrote.
Violencia de número le llamaríamos hoy en día.
Aun hay quien recuerda como durante muchos años, algunas madrugadas de agosto a esa hora soñolienta en que cambia la segunda imaginaria, se oían lamentos, gritos y palos sobre una olla. Los sonidos impregnaban las fachadas. Y a veces un viejo lisiado al pasar se detenía y suspiraba.
Un amigo bloguero desde La Cava cierto dia le llamó "el fantasma de la tranca hermosa".
ResponderEliminarY Vdes. amigos ¿creen en los fantasmas?
Cuenten sus peripecias con seres extrasensoriales...
¿Nos vas a tener todo el día metidos en el blog?
ResponderEliminarDescansa que es la Velá.
Muy bueno lo del fantasma.
Para mí que había alguien debajo de la sábana y lo que no sabemos es si llevaba cadenas o si era un pircing como los de ahora.
Creo recordar que se hablaba también de fantasmas en el edificio de Pagés del Corro,100 donde anteriormente estuvo el cine Fantasio y luego construyeron pisos que no se vendían precisamente porque se comentaba que habia fantasmas.
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