miércoles, 30 de septiembre de 2009

De candados y cerrojos mentales.

Por José Manuel Ariza.
Saludos.
Marco Tulio Cicerón, dixit: de todos es errar; sólo del necio perseverar en el error.
Una de las más dolientes lacras de la sociedad que nos toca vivir es la supina estupidez, necedad si nos remontamos al romano, de contemplar la capacidad sin límites de imitar modelos vanos, insulsos y vulgares hasta lo insoportable.
Modas alienantes e insípidas, en un mundo que progresa, por igual, en lo profundo y en lo insustancial, en lo solidario y en lo egoísta, en lo sublime y en lo abominable.
Un mundo en que los medios técnicos permiten alcanzar conocimientos tales que mirando a nuestros antepasados de hace solo cincuenta años, nos descubren como generaciones espaciales, universales, a tal distancia del pasado que resulta dudoso pensar que hace tan poco, tan sospechosamente poco, apenas teníamos radio.
Las técnicas perfeccionadas que te enseñan el mundo todo, en segundos, a través de una pantalla de ordenador. Y te enseñan el mundo y todo lo que contiene. Lo bueno y lo malo.
Puedes saber, navegando y en instantes, que en Pécs, Hungría, pude ver esto:
Y esto:
Pero concedamos que sea una costumbre local de la misma forma que en Sofia, Bulgaria, vi que colgaban cintas con promesas de amor:
Soy generoso y admito que cada pueblo tiene sus costumbres, que las sigue y conserva como puede y que es muy digno preservar el legado de los antepasados.
No me convence tanto, por el contrario, importar costumbres traídas por los pelos, a fuerza de querer ser originales cuando casi todo está ya inventado. La noche de Halloween, las hamburguesas, la gorras al revés, los pantalones inmensos y caídos…
Y mil cosas que nada o poco aportan a una cultura milenaria, creadora de mitos y leyendas, maestra de la civilización occidental que ahora, en una falsa reciprocidad, termina invadida de los bárbaros y su liviana imaginación.
En Florencia, justo a la entrada de la Gallería degli Uffizi, me encuentro con:
Y cuando malamente he superado el espanto, camino hacia el Ponte Vecchio, a pocos metros, joya histórica sobre pilares, para encontrarme con:
Y esto:
Y esto:
Solamente un par de días después de que los responsables municipales hubieran hecho la limpieza semanal.
Y cuando piensas que aún quedan sitios liberados del vandalismo, te pasas por el Puente de Triana, nuestro puente de hierro y piedra obra de Eiffel, el que nos liberó de las barcazas medievales, y encuentras que los originales muchachitos que han visto demasiada televisión y se han quedado en la pantalla, pretenden, graciosos ellos, demostrar sus amores de la manera más extrovertida que se les ocurre: la que han inventado otros.
Porque cuando no tienes imaginación para crear tus mundos, debes vivir de prestado con los que te ofrecen los vendedores de trivialidades.
Cuidaros.

5 comentarios:

  1. Si hay algo de lo que podemos presumir en Triana, es que siempre abrimos los brazos a todos los que llegan sea cual sea su procedencia, todos son bienvenidos.
    Nuestra suerte es que siempre nos llega lo mejor de cada casa.
    Este es el caso de nuestro amigo José Manuel Ariza que estrena colaboración en Trianerías.
    Su texto es una delicia ¿no les parece?

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  2. Colaboraciones como ésta,otro motivo más para entrar en este magnífico blog.

    Saludos.

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  3. Ayyyy, si para demostrar que un un amor es verdadero no bastara con poner un candadito y hubiera que sacar un campo de papas, que poquitos llevarían a cabo la hazaña miarma...

    Ahora, que estos, han visto el cielo abierto.

    Un saludaso miarma.

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  4. Efectivamente me parece absurdo que puedan existir personas tan analfabetas, que no sepan valorar todo lo que poseemos,nuestro patrimonio histórico artistico y cultural que tanto nos enriquece,en fin soy una enamorada de mi ciudad y me duele en el alma que no le demos la importancia que merece,cuidemosla!!
    Brillante texto y fabulosa redacción,Enhorabuena.

    Saludos

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